Alarcón se negó a contribuir con las estéticas realista y naturalista. Así pues, aun habiendo vivido entre 1833 y 1891, Alarcón se halló envuelto entre dos poses mentales: el neoclacisismo, ese estólido propósito de parecer viejo a toda costa, y el romanticismo, esa infantil profesión de juventud eterna.
Un escritor impermeable. Ricardo Laudato
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