Por eso, cuál no sería mi estupor al enterarme, años más tarde, que esa joya de criatura, cuando alguien le preguntaba por mí, iba y decía: «¿Carmen Posadas? huy, sí; estaba conmigo en el colegio, muy simpática, pero nada de fiar, ¿sabes? Cuenta cada trola, ni te imaginas...».
Una cuestión de favores. Carmen Posadas.
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