Sugerida por... Dansenita
Niña
No obstante, a aquella niña de ojos claros y de piel rosada, no le gustaba que le llamaran Chinda. En absoluto. Ese era su nombre y no podía hacer nada más que fruncir el entrecejo o hacer una mueca de disgusto. La vez que se atrevió a sugerirle a una señora que no la llamara Chinda, con justa razón le respondió con un “¿Acaso no te llamas así, cipota?”.
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