Sacerdote de Cibeles, que en las fiestas de esta diosa danzaba, con movimientos descompuestos y extraordinarios, al son de ciertos instrumentos.
Encarna en el fondo todo verdadero poeta un monje; si oculta, o desconoce su oficio, tarde o temprano su verbum lo descubre: en éste se objetiviza el ritmo de la vida interior, y además, al través del cual el vate revela la arcanidad de las cosas enroscadas con frenesí en su ánima; extiende sus aseveraciones poiéticas más allá de las representaciones del contexto empírico. Es el trovador un coribante, extático, vive en sigilo – y nadie sino él lo sabe – el delirio sagrado; en el rapto ódico de la escritura, o del grito, vacía ese saber mántico en los vocablos, éstos siempre rudos, nunca exactos, mas los únicos posibles para expeler el ímpetu de ese silencio alucinante.
[La Idea de Poesía, Lubio Cardozo]
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