"Un viejo sueño del hombre, la conquista de la ubicuidad, se da mediante un pequeño instrumento que cabe en la mano. Los niños lo utilizan sin recato. Les parece del todo natural ser ubicuos. El milagro de estar aquí y allá al mismo tiempo apareció con la primera cadena de televisión puesto que, a la realidad de las imágenes fechadas y localizadas que ella difundía, se agregaba -y hay tendencia a olvidarlo- la realidad del lugar en donde estaba el aparato receptor.
Con la multiplicación de los canales se pudo pasar de un espectáculo a otro, o sea de un lugar a otro y, si uno apagaba el receptor, esto significaba de nuevo escoger un lugar, aquel en que el televisor no era otra cosa que un mueble entre varios. Pero en tanto que era necesario levantarse para cambiar de canal, en tanto que era necesario desplazarse, hacer un esfuerzo, tomar la iniciativa de fastidiarse, la ubicuidad no existía. Ésta se basa en la rapidez de decisión e intervención en medio del confort.
Con el culo encima del sillón y un dedo sobre el botón, el ubicuo zappea a voluntad, a su ritmo. Se vuelve omnipresente."
[Al Azar del Pulgar, Bernard Pivot]
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