1. Atropello o acto violento, cometido generalmente por quien abusa de su poder.
2. Aceleración confusa, desordenada e incluso violenta.
Esta hermosa palabra tiene en sus orígenes influencias de los términos "atropellar" y "tropel".
Tal y como nos recuerda una de nuestras colaboradoras: "Quien asiste a una tropelía y guarda silencio ante ella, no sólo está ahí, sino que participa con su presencia; es casi imposible que la asistencia sea totalmente pasiva".
Una frase ominosa, pero llena de sentido en los tiempos que corren...
Por otra parte, José Juaquín Fernández de Lizardi -escritor mejicano (1776-1827)- narra la historia de cómo El Periquillo Sarniento pasa por distintos problemas y tropelías a través de su vida:
Señores, decía el pobre, vean ustedes que hay un diablo que se parezca a otro; quizá no seré yo el que buscan; que haya testigos que depongan contra mí no es prueba bastante para esta tropelía, cuando sabemos que hay mil infames que por dos reales se hacen testigos para calumniar a un hombre de bien; y, por fin, el que sea un pobre y este mal vestido no prueba que sea un pícaro, el hábito no hace al monje.
Tal y como nos recuerda una de nuestras colaboradoras: "Quien asiste a una tropelía y guarda silencio ante ella, no sólo está ahí, sino que participa con su presencia; es casi imposible que la asistencia sea totalmente pasiva".
Una frase ominosa, pero llena de sentido en los tiempos que corren...
Por otra parte, José Juaquín Fernández de Lizardi -escritor mejicano (1776-1827)- narra la historia de cómo El Periquillo Sarniento pasa por distintos problemas y tropelías a través de su vida:
Señores, decía el pobre, vean ustedes que hay un diablo que se parezca a otro; quizá no seré yo el que buscan; que haya testigos que depongan contra mí no es prueba bastante para esta tropelía, cuando sabemos que hay mil infames que por dos reales se hacen testigos para calumniar a un hombre de bien; y, por fin, el que sea un pobre y este mal vestido no prueba que sea un pícaro, el hábito no hace al monje.
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